3.- Orar es hacer un camino de conversión
Jerónimo
está libre, ahora, de los cepos de su cautiverio.
Y en su interior se está operando una liberación
mucho más profunda, fruto de oración. Es la purificación de su vida. La acción
de gracias es tan sólo una etapa del camino de oración; ha de ir abriéndose a
la luz. Y la luz es Cristo. Él deja que esa luz vaya invadiendo hasta lo más
íntimo de su ser, todos los pliegues de sus entrañas.
Largas horas de reflexión ante la Palabra de Dios.
Y ella se va transformando en luz y sabiduría para comprender el misterio de su
voluntad.
La misma Palabra de Dios va revelando a Jerónimo los
puntos negros de su vida: el alto concepto que tiene de sí mismo, su deseo de
sobresalir, su temperamento irascible, la inconsistencia de sus sueños de grandeza,
la futilidad de la gloria humana…
A los pies de Jesús crucificado se va abriendo
paso la prueba más grande del amor de Dios: la voluntad de cambiar, de dar
marcha atrás en sus planes para abrirse, sin reservas, a las sendas y proyectos
de Dios. Tiene conciencia clara de sus limitaciones, pero brota de él una
súplica confiada: "¡Señor, ayúdame! ¡Ayúdame, Señor, y seré tuyo!".
Descubre que Jesús es amor; y, entonces, de su
corazón rebosan expresiones de la más viva ternura: "¡Dulcísimo Jesús, no
seas mi juez si no mi salvador!" El pasado, con su gavilla de culpas, queda,
ya cada vez, más lejos. Está naciendo un nuevo Jerónimo. Es el resultado de la
recreación de la gracia de Dios en la justicia y en la santidad de la verdad...
Porque orar, más que hablar es dar, es darse. Es
dejar que se haga añicos la propia existencia; y con ella, las últimas reservas
que aún quedan. Es transformarse en personas –hombres y mujeres– nuevos…
Orar es convertirse al Señor. Es pasar de las "muchas
palabras" a la única Palabra que cuenta: "Señor, hágase en mí según
tu palabra".
La oración hace nueva a la persona.
Es la oración verdadera la que nos cambia.
Padre Mario Vacca, crs
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