6.– Orar siempre, incluso por la calle.
El pasaje evangélico de Cristo peregrino por la
calzada de Emaús, explicando las escrituras que se referían a él, resulta,
sencillamente, fascinante cada vez que uno lo vuelve a leer.
Y ha fascinado también a Jerónimo Emiliani, que en
él ha encontrado nuevos matices para su oración. Gran parte de su oración, Jerónimo
la realiza por la calle. Escribe a sus compañeros: "Rogad a Cristo Peregrino diciéndole: ¡quédate con nosotros, Señor, que
se hace tarde!".
Orar es "pensar en Dios con amor", es
sentirse arropados por su amor. Es dirigirse con alegría y estupor a esa Divina
Presencia que está continuamente en nosotros: "Vendremos a él y haremos
morada en él" (Jn 14, 23). Por eso, para orar, basta con una mirada
amorosa, que se pose incesantemente en Dios. Y esto puede ocurrir en cualquier
lugar: por la calle, en el lugar de trabajo o en clase, jugando o conduciendo,
en el plácido silencio de la naturaleza, en el frenético ajetreo de una fábrica
o en el bullicio de un mercado.
La calle, que remarca la monotonía del camino con
el rítmico son de las pisadas, favorece casi de manera automática la oración
vocal, sobre todo si es breve y sencilla. Gran parte de la existencia de Jerónimo
Emiliani transcurre caminando, por la calle. Ha pateado todo Véneto y
Lombardía, unas veces solo, otras, con sus huérfanos. El Rosario, las Letanías
a Nuestra Señora, el canto pausado de la Salve acompañaban, acompasándolos, sus
pasos de viandante y peregrino de la caridad. La cruz, enarbolada a la cabeza
del cortejo, en las manos de uno de los muchachos, daba a aquella pequeña
comitiva de chiquillos, seguidos por el padre, un aire de peregrinos orantes.
¿Que eran otros tiempos?
Ya. Pero es que cuando uno siente a Dios a su
lado, cuando percibe, gozoso, en su interior, su Presencia –presencia que colma
y da sentido a su vida–, entonces, dirigirse al Señor y hablar con él donde sea,
incluso por la calle, se convierte en algo totalmente natural, como para un
niño agarrar afectuosamente la mano de su madre, que camina a su lado...
¿Y no
es la Iglesia una comunidad de hermanos que, sostenidos por la oración y la
esperanza, caminan por las calles del mundo, en busca de cielos nuevos y de tierras
nuevas, con Cristo –crucificado, resucitado y glorioso– a la cabeza?
Padre Mario Vacca, crs
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