4.- Orar es comprometerse con los demás.
"Y
ahora, ¿qué tenemos que hacer?" (Lc 3, 10).
Era la pregunta que formulaban al Bautista cuantos
habían sido bautizados por él y, con aquel gesto, iniciado un camino de
conversión.
Y ésta fue la respuesta: "El que tenga dos túnicas, que dé una al que
no la tiene; y haga lo mismo con lo demás" (Lc 3, 11).
La oración va abriendo el corazón y la vida a los
demás. En la oración se nos descubre ese horizonte sin límites que supone la
entrega al prójimo.
Jerónimo descubre que debe entregar su vida a los
demás…
Es rico. Viste con elegancia. Tiene una casa de
cuyas paredes cuelgan, orgullosos, los retratos de ilustres antepasados suyos y
otros trofeos de hazañas gloriosas.
Una por una, aquellas piezas de gran valor van saliendo
de la casa. Y se irán convirtiendo en pan y en cobijo para los pobres. Recoge a
los huérfanos, que la guerra ha ido sembrando a millares, y que ahora, solos e
indefensos, vagan por Venecia y por los islotes de la laguna. El amor de Cristo
lo empuja, y no hay quien lo pare. Venecia, Verona, Vicenza, Brescia, Bérgamo, Como,
Milán, Pavía, Somasca son distintas etapas de una piadosa peregrinación en
favor de los huérfanos. El incendio de la caridad ya no hay quien lo pare.
De
contemplar a Cristo Crucificado a contemplarlo desfigurado en los pobres y en
los últimos, sólo hay un paso. Y Jerónimo descubre que Cristo y el pobre son la
misma persona.
Las
personas que oran con mayor intensidad y que se entregan a la contemplación de
Cristo con un amor ardiente, suelen ser, también, las más activas. El corazón da
alas a la fantasía, y ésta vuela. Y las obras de caridad van brotando a su
paso.
Padre Mario Vacca, crs
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